Reviews (148)

  • Dos años después de haber sido estrenada en el London Film Festival, en el Reino Unido, por fin llega a los cines españoles Franklyn, un complejo melodrama de corte fantástico, con tintes de thriller futurista, realizado por el debutante Gerald McMorrow, que proviene del mundo de la música y la publicidad.

    El guión del propio McMorrow narra dos tramas paralelas buscando el efectismo. Éste consiste en ir dejando migas de pan por aquí y por allá, a modo de pistas, con el propósito de mantener al espectador atento, para después tratar de sorprenderlo con ciertos giros, presumiblemente inesperados.

    El principal problema son ciertas incoherencias en la historia. El realizador británico no consigue conjugar con solvencia el Londres actual, con un universo denominado Ciudad Intermedia, de forma que la narración puede resultar confusa en algunos instantes.

    En todo momento la película ofrece una sensación de déjà vu. Por ejemplo, los góticos decorados de Ciudad Intermedia, con un estilo futurista un tanto retro, recuerdan sobremanera a Dark City de Alex Proyas. Después está el personaje interpretado por Ryan Phillippe, un violento y amargado justiciero enmascarado que, para terminar de recordar a Rorschach de Watchmen, acumula un sinfín de monólogos voz en off durante todo el film.

    Para terminar con las influencias, citar las vueltas de tuerca a lo M.Night Shyamalan, el ambiente asfixiante de Blade Runner, el tramo final de Magnolia de Paul Thomas Anderson, en clave de emocionante fábula del destino o la función de los clérigos y la religión como ley de Equilibrium de Kurt Wimmer.

    En cuanto al elenco, un nombre destaca sobremanera: Eva Green. Su interpretación sobre una chica desequilibrada, que juega peligrosamente con la vida y la muerte, es excepcional. La acompañan un discreto Ryan Phillippe en el papel antes mencionado, un solvente Bernard Hill como preocupado padre en busca de su desaparecido hijo y un impersonal Sam Riley, muy poco implicado en su rol de romántico incurable.

    En conclusión, McMorrow abre demasiados frentes, tantos que al final le resulta imposible cerrarlos todos. A los mundos paralelos hay que sumar el romance, la crítica a la religión, consideraciones filosóficas, dramas familiares, realidad, sueños, mitos, traumas de guerra... Resulta imposible profundizar en todo ello, con un metraje de menos de cien minutos.

    Sin embargo, se las ha arreglado para narrarnos este tremendo embrollo de manera entretenida, lo cual siempre es de agradecer.
  • El director de Madagascar, Tom McGrath, realiza Megamind, una revisión cómica de las películas de superhéroes basada en el siguiente argumento: ¿qué pasaría si Lex Luthor consiguiera, al fin, acabar con Superman? Hace tiempo que el mundo de la animación se ha convertido en una guerra entre diferentes estudios. De momento es Pixar quien va ganando con amplia ventaja sobre su inmediato seguidor, Dreamworks, que siempre parece ir varios pasos por detrás.

    En 2004 Pixar maravilló al mundo con Los increíbles, la mejor película de animación sobre héroes con poderes hasta la fecha. Seis años después, dos estudios han imitado aquella fórmula, Illumination Entertainment con Gru, mi villano favorito y la mencionada Dreamworks con Megamind, ambas con extraordinarios resultados en coloridos y texturas, pero de inferior calidad cinematográfica al citado film de Brad Bird.

    Megamind es un relato ingenioso y divertido, muy disfrutable para el público adulto, que gozará con un buen número de gags referenciales (Indiana Jones, Kill Bill, Karate Kid...) pero quizá no tanto para el de más tierna edad. Ahí ha radicado siempre el éxito de Pixar, en saber confeccionar historias que realmente diviertan a grandes y pequeños.

    A pesar de que en el film de McGrath se dan momentos brillantes como la presentación del villano mientras suena la estridente Welcome to the Jungle de Guns & Roses, el magnífico prólogo o las constantes referencias a Superman, no logra mantener de forma constante un ritmo trepidante de aventura, como en su día consiguió Los increíbles, ya que la trama decae en exceso en varios momentos.

    Asimismo, el libreto no sabe aprovechar todas las posibilidades que ofrecen los personajes y sus conflictos, centrándose demasiado en uno de ellos: la necesidad existente entre héroes y villanos, planteada como una versión cómica de El protegido, de M. Night Shyamalan.

    El mechandising manda. Ahora una producción no sólo busca rentabilidad en taquilla, sino también en la venta de camisetas, muñecos, juguetes y regalos. Ese empeño provoca que se descuide un tanto el proceso creativo.

    Aún así, hay que reconocer que sus puntos fuertes, como las espectaculares secuencias de acción, la impresionante factura visual, la imponente banda sonora y lo simpático de algunos personajes, convierten a Megamind en una película recomendable.
  • Atom Egoyan, realizador canadiense nacido en El Cairo, realiza Chloe, drama basado en un film francés de 2003 (Nathalie X de Anne Fontaine) que narra una truculenta historia de celos, infidelidades, traiciones e inseguridades.

    El argumento tiene mucho de melodrama televisivo: una mujer, celosa ante la actitud de su marido, que flirtea habitualmente con atractivas jóvenes, decide ponerle una trampa contratando a una prostituta para que lo seduzca.

    La protagonista en cuestión es Julianne Moore, que lleva a cabo una interpretación sublime, digna del Oscar que merece desde hace ya bastante tiempo. La actriz es el alma del film, al llevar por completo el peso de la historia, demostrando una encomiable capacidad para otorgar matices a su personaje.

    Capaz de dar miedo cuando lanza miradas inquisitivas a su marido, a quien ella cree infiel, también sabe transmitir lástima en momentos de inseguridad en los que roza la depresión, así como el éxtasis sexual cuando da rienda suelta a sus más bajas pasiones. Liam Neeson, en el rol de marido, mantiene bastante bien el tipo, pero la tercera en discordia, Amanda Seyfried, se ve eclipsada por el torrente de sensaciones ofrecido por el personaje principal.

    No es habitual que un realizador de la personalidad de Egoyan acepte un remake por encargo, prestándose a un guión más lineal de lo que suele ser habitual en él. Pero todavía es más extraño que se contenga en las posibilidades visuales del relato, en concepto de "capacidad para perturbar al público", a tenor de lo visto en otros films como Exótica o El liquidador.

    Aunque hay contenido de sexo explícito, la narración es lo suficientemente hábil como para transmitir todos los sentimientos de los personajes sin caer en lo vulgar, a lo que también ayuda su preciosista puesta en escena.

    El último tercio del metraje es lo peor de la película, al cambiar de estilo y convertirse en un mediocre thriller, que no llega en ningún momento a las mínimas cotas de tensión exigibles por dicho género.

    A buen seguro, muchos verán en él una versión lésbica de Atracción fatal, pero conviene recordar que este sobrevalorado film de Adrian Lyne no es sino un torpe plagio de Escalofrío en la noche, primera película de Clint Eastwood tras las cámaras.

    Chloe es, pues, un buen estudio acerca de los sentimientos que pueden destrozar una familia, tales como el fin de la pasión, la desconfianza y los celos, perfectamente ligados al miedo que muchas mujeres tienen a envejecer. Su punto más destacable es la brillante interpretación de Julianne Moore y lo peor, desgraciadamente, el final, que no va en consonancia con el resto de la película.

    Eso sí, hay que reconocerle un mérito de muy difícil consecución: supera con creces al film original en el que se basa.
  • No soy, precisamente, un enamorado del cine catastrofista de Roland Emmerich. Sin embargo, debo reconocer que Independence Day es una cinta con la que he disfrutado mucho, tanto la primera vez que la vi en el cine, como en los sucesivos visionados en vídeo y DVD. De hecho, tras haber visto la mediocre Skyline, Independence Day todavía me parece mejor.

    Estamos ante un buen film de invasiones extraterrestres, con ciertas influencias de la madre de este género, La guerra de los mundos, pero con clara vocación de blockbuster. ¿Es esto tan malo? Si se es fiel a dicho espíritu y no se trata de alcanzar otras metas, no veo por qué hay que defenestrar el cine destinado únicamente a entretener.

    Al igual que en V, un buen día llega a la Tierra un gran número de naves gigantescas que sobrevuelan las principales ciudades del planeta. Pero a diferencia de la serie de televisión mencionada, aquí no fingen ser amigos, sino que directamente entran a saco, arrasándolo todo. La humanidad, tecnológicamente muy inferior a la raza visitante, temerá por creer estar ante el apocalipsis final, tema tan recurrente en el cine de Emmerich, que ya ha asolado nuestro mundo con todo tipo de cataclismos.

    Técnicamente la película es prodigiosa. Si algo sabe hacer Emmerich es cuidar la factura visual de sus films, para que el espectador salga enamorado de tanto efecto especial. Lo bueno es que también tiene cosas que contar. Convengo en que no es el colmo de la originalidad, pero al menos logra que el público se identifique con algunos de sus personajes (en especial un muy simpático Will Smith) y se ponga de su parte en contra de la invasión.

    El fuerte de la película son sus secuencias de acción, las cuales calificaré de virtuosas. Todo está coreografiado al detalle: tiros, explosiones, persecuciones, combates... La verdad es que es un auténtico disfrute.

    La parte floja corresponde al guión de Dean Devlin (Soldado Universal, Stargate), más en concreto a lo estereotipado de ciertos personajes y a algunos diálogos, como la arenga patriótica del Presidente de los Estados Unidos hacia los últimos supervivientes, antes de la colosal batalla final. Sintiéndolo mucho, Bill Pulman no goza del carisma pretendido como líder del mundo libre. Afortunadamente actores como Will Smith y Jeff Goldblum, entre otros, salvan gran parte de la trama.

    La mayoría de las críticas se centraron en su licencioso final (que no desvelaré por si todavía hay alguien que no la ha visto). Y sí, estoy de acuerdo en que la solución aportada para el último tramo es bastante disparatada, pero ¿acaso no habéis visto películas de James Bond? Además, prefiero un cierre con una explicación cogida por alfileres, que ninguno, como es el caso de la actual Skyline.

    Se dice que Emmerich, embriagado con el éxito que supuso para él 2012 en términos recaudatorios, se va a atrever con no una, sino dos secuelas de Independence Day, la cual ya obtuvo jugosos beneficios allá por 1996 (vamos, que no soy el único que la encontró de su agrado). Personalmente, creo que el film original fue una buena película de acción, con suficientes dosis de emoción, tensión y humor como para calificarla como buena. Si los rumores se cumplen y hay una continuación, espero que sea, como mínimo, tan divertida como ésta.
  • Los hermanos Strause se han hecho un nombre en Hollywood gracias a sus excelentes trabajos en efectos especiales. Películas de factura visual tan espectacular como Avatar, Iron Man 2, 2012 o El curioso caso de Benjamin Button, por poner algunos ejemplos, nos muestran las maravillas de las que son capaces en este apartado.

    Su última película, Skyline, no es una excepción. Se trata de un film que posee unos efectos de tipo técnico espléndidos. Es imposible hallar un solo fallo en imágenes ni sonido. Veremos sensacionales y frenéticos combates aéreos, filmados con precisión y velocidad deslumbrantes, unos invasores generados por ordenador perfectamente insertados con las imágenes reales, violentos y aparatosos movimientos de extraterrestres similares a los centinelas de Matrix, un buen uso en el contraste de la iluminación, un maquillaje perfecto... Lo dicho, técnicamente maravillosa.

    Sin embargo, la magnificencia visual de estos hermanos esconde una terrible verdad: su poco talento cinematográfico. Baste recordar que su ópera prima fue la pésima Alien vs. Predator 2, otra película técnicamente muy buena, pero nula dramáticamente hablando. Skyline supone su segunda incursión tras las cámaras y, si bien han mejorado bastante, tampoco requería mucho esfuerzo superar lo narrado en su primer film.

    La historia está llena de tópicos y presenta una falta de imaginación brutal, ya que copia con absoluto descaro muchísimos elementos de La guerra de los mundos e Independence Day, además de adoptar prácticamente el mismo estilo de narración que empleó Matt Reeves en Monstruoso, sólo que sin utilizar el estilo de cámara en mano.

    Con respecto al libreto hay que reconocerle su habilidad para que hora y media de metraje se nos pase en un visto y no visto. Entre el frenesí de los protagonistas por salvar sus vidas y los continuos ataques, el desarrollo del film se hace bastante ameno. Además las interpretaciones son más bien dignas, a pesar de que los interpretes no sean de renombre... Bueno, hasta cierto punto, porque los amantes de las series de televisión seguro que han reconocido a Eric Balfour de 24 y David Zayas de Dexter.

    Pero todavía existe un problema más importante y es su final, dado que no existe. Tengo la impresión de que en el momento en que los Strause han terminado de deleitarnos con su epopeya técnica, han dado carpetazo y a otra cosa. Es algo así como lo que J.J. Abrams y compañía hicieron al concluir Perdidos, sólo que a lo bestia: al no tener imaginación para un cierre airoso, lo mejor es no ofrecerlo.

    Pienso que la parte más importante de una película es el acto final y éste, en concreto, hace que se nos quede cara de tontos, tanto que despertaremos de esa abducción de efectos especiales a la que Colin y Greg Strause nos habían sometido, para así caer en la cuenta de que hemos visto una película muy vulgar y nada original, tan bien camuflada con su lujoso envoltorio visual, que casi logran tomarnos el pelo.
  • Hace poco un amigo me comentó que mi atracción por el mundo vampírico quizá fuera excesiva. No es que me vaya el estilo gótico ni nada de eso (aunque no tengo nada en contra) pero ciertamente me trago todo lo que tenga que ver con los "hominis nocturna" (así los definió Abraham Whistler en Blade) bien sea novelas (tengo la colección completa de Anne Rice) series de televisión o películas.

    El caso es que desde pequeño me han fascinado las historias de vampiros, lo cual tiene un hándicap importante: como las veo todas, en ocasiones tengo que tragarme bodrios insufribles como Cazadores de sangre, película sacada directamente a vídeo en la que, curiosamente, otro mito se viene abajo: Steven Seagal.

    No es que el bueno de Steven haya sido nunca referencia de ningún tipo en el mundo de la interpretación, pero al menos daba gusto verle romper huesos en películas como Alerta Máxima o Buscando justicia. La edad no pasa en balde y, al igual que le sucede a Chuck Norris en Walker Texas Ranger, su movilidad ha quedado reducida de tal manera que parece una caricatura de lo que una vez fue.

    Habréis observado que llevo tres párrafos sin hablar de la película. Eso es porque no hay nada que contar. Se trata de la primera y única película de Richard Crudo (director de fotografía de American Pie). Imagino que el señor Crudo es un fanático de Blade y Resident Evil ya que este lamentable film se puede resumir de la siguiente manera: Un grupo de cazadores ataviados con ropa y armas muy similares a las que lucía Wesley Snipes cuando encarnaba al famoso "vampiro cazavampiros que ha visto el sol", tienen como misión exterminar a un montón de seres convertidos en zombies por culpa de un virus, o lo que es lo mismo, la imaginación al poder.

    Teniendo en cuenta que al final el relato ni siquiera era de vampiros (importante mentira por parte de los publicistas de turno, ya que incluso en los créditos finales los caracteres aparecen como zombies), sólo me queda por recomendar, a los espectadores potenciales, que os ahorréis este despojo. Creedme, es consejo de amigo.
  • Segunda película sobre atracos que llega a las carteleras españolas en muy poco tiempo. Y es que tenemos tan reciente en la retina la magnífica The Town, de Ben Affleck, que va a ser complicado no entrar en comparaciones, aunque intentaré no hacerlo, ya que si el film de Affleck tenía un desarrollo de corte clásico, tipo películas de los setenta, éste de John Luessenshop hace un especial hincapié en lo moderno, con claras influencias del cine de Michael Mann. Tanto para Affleck como para Luessenshop se trata de su segunda incursión cinematográfica tras las cámaras y he de decir que, si bien Ladrones me ha resultado altamente entretenida, creo que The town es muy superior.

    El argumento es el siguiente: un grupo de expertos ladrones, que planea cuidadosamente sus robos, se ve en la tesitura de embarcarse en un nuevo "trabajo" potencialmente muy suculento, pero con el hándicap de tener que ser infieles, en algunos aspectos, a su forma de actuar. El grueso de la película narra la preparación de este nuevo robo, su realización y las posteriores consecuencias. Con un argumento tan típico, una de las soluciones es buscar la diversión entre el público con una historia de ritmo ágil, narración frenética y espectacular factura técnica. Luessenshop y su equipo han optado por ahí y, ciertamente, el resultado ha sido bastante satisfactorio.

    Disfrutaremos con buenas secuencias de acción, algunas muy logradas, como una frenética persecución a pie que es, para mi gusto, la mejor que he visto desde la saga de Bourne. Es una pena que hayan adoptado esa fastidiosa manía que tan de moda han puesto Doug Liman y Paul Greengrass (en especial este último) de volvernos locos con violentos movimientos de cámara en forma de primeros planos, que cogen tan de cerca al actor, que el espectador no se entera muy bien de qué sucede. Pongo como ejemplo una caída por unas escaleras en la que es imposible identificar nada ni a nadie, mientras los protagonistas ruedan sin control. Luessenshop no parece torpe en el manejo de cámara, sobre todo si tenemos en cuenta algunos planos generales de mérito, tan conseguidos que llegan a dar vértigo. En mi opinión, debería seguir en esa línea y no imitar a otros.

    El guión tiene bastantes lagunas, quizá por aquello de centrarse en la velocidad y el entretenimiento. Una de ellas es que no llega a profundizar en los diferentes caracteres. Matt Dillon (desde Crash no hacía nada bueno) es un policía con bastantes problemas, los cuales se mencionan muy de pasada. En cuanto al grupo de ladrones, Idris Elba (RocknRolla) es el mejor tratado, ya que el resto se limita a poner cara de chulitos y hacer ostentación de un tren de vida excesivamente alto, tanto que uno se pregunta por qué la policía no ha sospechado antes de ellos.

    Aunque en honor a la verdad he de admitir que para definir bien a tanto personaje, el metraje debería haber sido bastante más largo y, tras la última experiencia en una película de dos horas y media, como la insufriblemente aburrida penúltima entrega de Harry Potter, prefiero una de las llamadas de "acción palomitera" y, al menos, pasar un buen rato.

    Viendo el conjunto, me atrevería a decir que es una película tirando a buena. No todo es acción, ya que conforme avanzan los minutos va aumentando la carga dramática, contraponiendo situaciones diametralmente opuestas de lealtad y traición, tan comunes en este género, para terminar con un clímax de violencia, al más puro estilo El clan de los irlandeses, en el que una más que adecuada banda sonora impera sobre el ruido de las pistolas. Además hay ciertos guiños cinematográficos a películas como Casa Blanca, Wall Street o El bueno, el feo y el malo, lo suficientemente sutiles como para resultar simpáticos.

    ¿Recomendable? Creo que si os gustó el remake de The Italian Job (personalmente me encantó) Ladrones no os defraudará.
  • Primera y, desgraciadamente, no única experiencia de Rob Schneider como director de cine (tiene otro esperpento de título The Chosen One). Todos recordamos a Schneider como el cómico protagonista de la divertidísima Gigoló, de ahí que antes de ver El gran Stan, uno supusiera que por mala que ésta fuera, al menos se reiría. Craso error, ya que el film no tiene gracia en ningún momento, con una serie de intentos de gag que no provocan la risa ni por asomo.

    Ya se sabe que este tipo de películas descuidan por completo el argumento, pues su única función es hacer reír al espectador, pero si sólo consigue despertar los bostezos del personal, apaga y vámonos. De hecho, lo único salvable de la película son aquellos momentos en los que la preciosa Jennifer Morrison (la atractiva doctora de House) aparece en pantalla contoneándose con una gran diversidad de modelitos. Pero el resto es, lisa y llanamente, basura, de ahí que en Estados Unidos se estrenase directamente en vídeo y en España llegara a los cines dos años después de su producción.

    En dos palabras: totalmente desaconsejable.
  • Un grupo reducido de jóvenes lleva un maligno y peligroso objeto colgado del cuello, el cual afecta negativamente a su portador. Deben llevar a cabo una interminable marcha con el fin de destruirlo. ¿Estoy hablando de El señor de los anillos? Pues no. Acabo de contaros cerca del 90% de lo que ocurre en la penúltima entrega cinematográfica de las aventuras de Harry Potter, a la que sólo le ha faltado el pan de lembas para culminar un plagio escandaloso.

    La película es una soberana tomadura de pelo, pero no por la continua sensación de ya visto con respecto a parte de la obra de Tolkien, sino por cómo unos productores ávidos de dinero han sabido aprovecharse de todos nosotros, dividiendo el último libro de J.K. Rowling en dos partes: una primera de transición en la que no sucede prácticamente nada y una segunda en la que nos contarán de qué va el libro (al menos así lo espero). O lo que es lo mismo: una forma tan deleznable como irrespetuosa con el gran público de ganar pasta.

    Ya lo dije analizando las anteriores películas: el fichaje de David Yates corresponde a un realizador sin personalidad al servicio de los productores. Ellos ordenan y Yates cumple. Y claro, ahí está el bajón de calidad en una saga que contó con tres primeras buenas películas, firmadas por Chris Columbus (las dos primeras) y Alfonso Cuarón (la suya, El prisionero de Azkaban, es con mucho la mejor de toda la serie) seguidas por, de momento, cuatro auténticos desastres, de los que tres han sido dirigidos por el señor Yates.

    El film es una auténtica tortura, similar a la que padecimos en The Road de John Hillcoat, con la diferencia de que aquella duraba tres cuartos de hora menos. Aquí son 146 minutos y apenas pasa nada. He mirado tanto el reloj que me atrevería a decir que, durante unas dos horas de ese tiempo, hemos visto a los tres protagonistas vagar por diferentes parajes, mientras montaban su tienda de campaña, se hacían té y tenían una bronca infantil. ¿Película de transición? Que no la hagan, porque para narrar la fábula de Las reliquias de la muerte (lo hacen en apenas un par de minutos) y contarnos los planes de Voldemort (como si no los supiéramos ya) no hacen falta casi dos horas y media.

    ¿Qué ocurre en el resto del film? Pues vamos a ver, siendo generosos vamos a concederle cerca de media hora, a la que hay que restar diez minutos en concepto de títulos de crédito. En ese espacio hemos visto un par de persecuciones (nada que ver, por cierto, con la fabulosa secuencia por autopista de Matrix 2), una infiltración con demasiadas licencias en el Ministerio de la Magia (me ha venido a la cabeza lo que hizo Tom Cruise para colarse en Pre-Crimen en Minority Report y me ha dado la risa por lo diametralmente opuesto del resultado), tonterías varias como, en el colmo de la estupidez, que Harry bucea con las gafas puestas y un combate final bastante descafeinado. Entenderéis, pues, el porqué de mi indignación.
  • El director de comedia Steve Carr (Papá canguro, Dr. Dolittle 2) decidió castigarnos en 2007 con esta versión cutre y sin imaginación de aquella comedia que protagonizó en su día Tom Hanks titulada Esta casa es una ruina. No es un remake oficial, entre otras cosas porque se trata de la segunda parte de otra comedia bastante torpe de título Cuando llegamos (la cual, incomprensiblemente, Ice Cube ha adaptado en 2010 a serie televisiva) pero está basada claramente en la mencionada película de Richard Benjamin.

    ¿Qué podemos esperar de Una casa patas arriba? Más bien poco. Por un lado Ice Cube es un actor desastroso. Cuando hacía de joven rebelde enfadado con el mundo, como en Semillas de rencor de John Singleton, tenía un pase dado su invariable ceño fruncido. Pero como actor de comedia es un auténtico desastre, incapaz de transmitir otro sentimiento que no sea el de "cabreo monumental".

    El guión está escrito por Hank Nelken, autor del libreto de Tres idiotas y una bruja de Dennis Dugan. ¿Hace falta decir algo más? Creo que no, pero por si acaso, apostillaré: falta de ingenio, chistes sin gracia, histrionismo desmedido como sustituto de gags inteligentes, humor excesivamente racial...

    El único intérprete que tiene cierta gracia y que, además, parece esforzarse con su cometido, es John C. McGinley (seguro que muchos lo reconocéis por la serie Scrubs). Lo que pasa es que llega un momento en que su personaje comienza a hartar, no por la mala praxis del actor, sino por un guión que exagera su puesta en escena hasta el colmo de la exasperación.

    ¿Habrá algo salvable en toda la producción? Sí, la presencia del mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, el incomparable, genuino y estelar Magic Johnson. Pero, por muy fan que uno sea del exbaloncestista angelino (y a fe que yo lo soy) no es suficiente para salvar esta patética peliculita.

    Es mejor rescatar de algún video-club la original de Tom Hanks, ya que sin ser la mejor comedia de la historia (ni mucho menos) sí posee la capacidad de hacer reír al espectador.
  • El guionista de Cocoon, David Saperstein, dirigió en 1989 esta conmovedora historia entre un joven idealista con mucho potencial en su futuro y un veterano expiloto de la NASA, que es uno de los ídolos del mencionado joven.

    Esta peculiar pareja, interpretada por Christian Slater (Entrevista con el vampiro, Cazadores de mentes) y Martin Sheen (Apocalipsis Now, El ala oeste de la Casa Blanca) respectivamente, vivirá una pequeña historia, con sorpresa incluida, en un momento complicado en la vida de ambos: el joven ha de convivir con la separación de sus padres y el antiguo piloto con una enfermedad de diagnóstico grave. Cada uno será la mejor medicina para el otro, ya que el chico por fin tendrá a alguien que entiende sus sueños y lo escucha de verdad, mientras que el personaje interpretado por Sheen comenzará a recobrar la ilusión por la vida, algo que había perdido hace tiempo.

    El reparto es muy completo ya que, además de estos dos conocidos artistas, tendremos la oportunidad de ver a la espectacular Sharon Stone (Instinto básico), a F. Murray Abraham (el malvado inquisidor de El nombre de la rosa), a Robert Foxworth (el inolvidable Chase Gioberti de Falcon Crest) y a Olivia d'Abo (la joven princesita de Conan el destructor). Todos ellos interactuarán dando lugar a pequeñas aventuras, romances, algún que otro lío y, sobre todo, remembranzas del pasado acerca de cosas que les habría gustado cambiar.

    Una pequeña parte del guión tiene que ver con la ecología, resaltando la importancia de nuestro planeta, cuya mayor lacra, nos guste o no, somos nosotros: los humanos.

    Así pues una bonita historia, conmovedora y divertida, bien interpretada y con la duración de metraje justa, que no sólo resulta agradable de ver, sino que sabe mantener algo de suspense hasta el final, asegurando que nadie se aburra durante su visionado.
  • Richard Benjamin (Ciudad muy caliente, Sirenas) dirigió en 1986 Esta casa es una ruina, una producción de Steven Spielberg englobada en los inicios de la carrera del oscarizado Tom Hanks, cuando se dedicaba única y exclusivamente a roles de comedia.

    En la década de los ochenta, Hanks consiguió mucha popularidad por protagonizar comedias tan divertidas como Un, dos, tres... Splash, Despedida de soltero, Dos sabuesos despistados, No matarás al vecino, Socios y sabuesos o la película que hoy nos ocupa. Aunque de entre todas ellas, la que le dejó más huella fue Big, demostrando que era capaz de otros registros interpretativos. Luego, en los noventa, llegarían Philadelphia y Forrest Gump, las cuales catapultarían su fama hasta la cima del estrellato.

    Centrándonos en Esta casa es una ruina, diré que es una comedia que podría catalogarse incluso de índole menor, entre toda la filmografía de Tom Hanks. No es la mejor ni la más divertida, sin embargo funcionó bastante bien. Las peripecias de dos enamorados que compraban una casa, la cual se caía a pedazos, resultaron bastante divertidas para el gran público. Incluso todos empatizábamos con el personaje de Hanks en los momentos en los que el film decae, con un triángulo amoroso entre Alexander Godunov (aquel malvado terrorista rubio con el que Bruce Willis tuvo sus más y sus menos en Jungla de cristal), Shelley Long (que por aquel entonces gozaba de bastante fama por protagonizar la célebre serie Cheers) y el propio Hanks.

    A pesar de que, como ya he dicho, no es la mejor comedia de Tom Hanks, hay que destacar algunos buenos detalles, como la imponente banda sonora, capaz de entremezclar hábilmente música clásica con música moderna de la época. Otro factor a tener en cuenta son los homenajes a la antigua comedia de cine mudo, los cuales están repartidos por todo el film.

    En resumidas cuentas, se trata de una película para pasar el rato. Muy divertida en lo que se refiere a la cantidad de peripecias y locuras que pueden suceder en la casa en cuestión (verdadera protagonista del film), pero de ritmo inconstante, además de previsible en exceso.
  • Soy un enamorado del cine de acción de los años 80 y 90. Uno de los máximos exponentes del género en aquella época fue Tony Scott, que nos deleitó con films como Top Gun, El último boy scout o Marea roja, por citar algunos.

    Ya en el nuevo milenio, las películas de acción fueron decayendo. Sin embargo el señor Scott mantuvo el ritmo con Spy Game y El fuego de la venganza, dos auténticos peliculones que han frenado la devaluación a la que Michael Bay y similares estaban descendiendo a este insigne género.

    Dicho esto, ¿es imparable una película destacable en la carrera de Tony Scott? Diría que no, sin embargo, se mantiene fiel a una serie de preceptos en su cinematografía, lo cual es de agradecer: hábil manejo de cámara, dominio de la escena, realización visualmente espectacular, impactantes efectos especiales y de sonido, coreografías tan difíciles como precisas y perfectamente encajadas, un protagonista carismático y, sobre todo, un desarrollo frenético y bastante entretenido. Es decir, tiene lo mínimo que debe exigirse a una película de acción para que funcione.

    ¿Dónde falla? El guión es demasiado simple en todos los aspectos. Con respecto al argumento es muy plano (unos héroes anónimos deben evitar una gran catástrofe intentando detener un tren que va a alta velocidad, desbocado y sin frenos). Con respecto a los personajes, ninguno de ellos está definido con suficiente profundidad; del que sabremos más cosas es del encarnado por Chris Pine, pero todo son tópicos (joven perdedor que tiene la oportunidad de mejorar su vida sentimental y profesional intentando la hazaña heroica de turno).

    En cuanto al elenco escogido, Denzel Washington es lo mejor de la película. Un tipo simpático, con cierto toque de cinismo, que logrará empatizar con el público. Tras Marea roja, El fuego de la venganza, Déjà vu y el remake de Pelham 1 2 3, ésta es la quinta colaboración entre Washington y Scott, sociedad que ha dado grandes frutos cinematográficos.

    Su compañero es el antes mencionado Pine. Es un actor que no me convenció como Kirk en Star Trek, ni como uno de los supervivientes en el film de terror Infectados. Aquí tampoco me ha ganado, pero se puede decir que está más o menos correcto. Incluso logra caerme bien.

    Entre los secundarios destacaré a una desaprovechada Rosario Dawson (Siete almas, Alejandro Magno), Kevin Dunn (Leones por corderos, Transformers) que no es un villano al uso aunque podría decirse que no es del agrado de los protagonistas y el televisivo Kevin Corrigan (Fringe, Mercy, Californication...).

    En resumidas cuentas, Imparable es un film que se mantiene fiel a un espíritu de principio a fin, que no es otro que mantener la acción durante todo el metraje, con un ritmo de narración muy vivo y sin elementos que la detengan, obedeciendo perfectamente a su título. De hecho tiene mucho más que ver con Speed de Jan de Bont que con El tren del infierno de Andrey Konchalovskiy, aunque a priori pudiera parecer lo contrario. No será una película memorable pero tiene algo muy a su favor: no se avergüenza de ser un mero vehículo de entretenimiento, sin mayores pretensiones. Lo bueno es que lo consigue.
  • Es la primera vez que me aburro viendo un film de Doug Liman. El caso Bourne me fascinó, con Mr. & Mrs. Smith, a pesar de la diferencia de calidad con la película anterior, me divertí a raudales y Jumper, si bien me pareció algo floja y un tanto desaprovechada, consiguió entretenerme.

    Caza a la espía es un film de suspense descafeinado. Por un lado ya sabemos lo que ocurrirá, al estar basada en hechos reales sobre la ya cansina guerra de Irak. Y por otro, el título sólo se entiende a partir del último tercio de metraje, donde el personaje impecablemente interpretado por Naomi Watts (también conocida como la reina de los remakes) comienza a sufrir la más que esperada persecución. Evidentemente no hablo del título original (Fair Game) sino del despropósito cometido en la traducción española, en un vano intento por engañar al espectador tratando de hacerle creer que va a ver algo similar a las peripecias del señor Jason Bourne. Además, el desarrollo de este final no goza de la intensidad y tensión esperados, sino que se asemeja más a los melodramas con carácter familiar típicos de los telefilms de sobremesa.

    El resto de la película es una correcta historia de espías, realizada con el mayor realismo posible. Los efectos especiales, las huidas imposibles y las misiones kamikazes quedan a un lado, para mostrar la realidad de una agente de la CIA. El problema es que todo versa, una vez más, sobre las armas de destrucción masiva de las que Bush se sirvió para enriquecer los negocios petrolíferos de su familia, por mucho que ahora afirme lo contrario en la publicación de su libro (por lo visto cualquiera es capaz de escribir en nuestros tiempos). Y claro, la sensación de déjà vu desmerece un tanto el contenido.

    Otro problema importante es que todavía tengo fresca en la memoria Green Zone: Distrito protegido, la cual trataba el mismo asunto (Irak y las dichosas bombas) pero con una calidad cinematográfica superior. Curiosamente Green Zone fue dirigida por otro realizador de la saga Bourne, Paul Greengrass. Y no sólo en eso coinciden, sino también en el estilo de filmación. Liman copia esa fastidiosa manía de Greengrass de excederse con primerísimos planos de las caras de los protagonistas, efectuando violentos movimientos de cámara para que el espectador pueda ver el rostro de todos los actores que completan una misma secuencia. Aplicar esa manera de filmar dentro de una sala en plena reunión, cosa que hace Liman cada dos por tres, no sólo agota, sino que incluso llega a marear al sufrido espectador.

    En resumidas cuentas, Caza a la espía es un thriller socio-político, con claras influencias de ciertos films de Alan J. Pakula y Sydney Pollack de los años setenta, cuyo punto fuerte son las magníficas interpretaciones de Naomi Watts y el oscarizado Sean Penn. Sin embargo no bastan para salvar un relato mal narrado (sin intensidad ni dramatismo) de ritmo inadecuado, tosco estilo de realización (éste no es el Liman de grandes puestas en escena que yo recuerdo) y un argumento que, a estas alturas, no interesa prácticamente a nadie.
  • Cuando alguien realiza una película con el único objetivo de provocar la carcajada en el espectador, debe ser fiel en todo momento a ese espíritu porque, de lo contrario, indefectiblemente meterá la pata y terminará por aburrir. Ése es el principal problema de Los otros dos, film de Adam McKay (Hermanos por pelotas) que comienza muy bien, dada la cantidad de elementos cómicos y gags hilarantes que contiene en sus primeros veinte minutos, pero que va desinflándose poco a poco, al tratar de introducir elementos dramáticos en el desarrollo de sus caracteres principales.

    Estamos ante la típica película en la que el argumento es lo de menos, ya que se centra en las posibilidades cómicas de una pareja de policías, que están considerados como los dos mayores patanes de todo su departamento. El problema es que no hay química entre ellos. De hecho la mejor parodia de las buddy movies tipo Arma Letal, la llevan a cabo dos de los secundarios, Dwayne "La Roca" Johnson y Samuel L. Jackson, imitando las locuras que llevaban a cabo Mel Gibson y Danny Glover en la conocida saga de Richard Donner, con la particularidad de que aquí, los personajes encarnados por Johnson y Jackson son premiados por destrozar la ciudad, en lugar de ser suspendidos, como les sucedía a otros policías célebres como Harry Callahan o John McClane.

    Cuando los actores de reparto superan a los principales, la cosa no suele pintar muy bien. Mark Wahlberg nunca ha estado especialmente dotado para la comedia (ni para nada que se salga del rol de tipo duro y malhablado) y Will Ferrell posee un humor que, personalmente, siempre termina por hacérseme pesado. No negaré que el guión presenta bárbaras ocurrencias y jocosos comentarios, que me han hecho reír en varias ocasiones, pero su falta de ritmo, unido a que no ha sabido mantenerse fiel al estilo cómico inicial de comedia salvaje y absurda, por intentar dotar de cierta profundidad a sus protagonistas, ha provocado que la película fuera decayendo hasta límites insospechados.

    Creo que la premisa inicial daba mucho juego en clave de parodia exagerada, pero no se ha sabido explotar. Las referencias a otras películas han sido muy de pasada y, sinceramente, ninguno de los protagonistas ha logrado acercase, ni de lejos, a la empatía que me provocaron Robert Downey Jr. y Zach Galifianakis en la reciente Salidos de cuentas. Aquélla sí terminó por ser una buddy movie en toda regla. Ésta, desgraciadamente, se ha quedado a medio camino.
  • Tras el gran éxito de Resacón en las Vegas, Todd Phillips vuelve a la carga con Salidos de cuentas, una hilarante comedia en clave de road movie, con influencias de Mejor solo que mal acompañado de John Hughes y evidentes reminiscencias del cine de Judd Apatow, como personajes con la enfermedad de Peter Pan o amistades masculinas un tanto peculiares.

    Sin embargo, la principal referencia es Resacón en las Vegas. Por un lado, el póster guarda muchas similitudes para atraer al personal y por otro, el actor Zach Galifianakis lleva a cabo un rol muy similar al de aquella película. Desde luego no seré yo quien critique a Phillips por tratar de sacar el máximo beneficio a aquella magnífica historia sobre una loca y desenfrenada despedida de soltero. Otros lo hacen con abominaciones como Paranormal Activity y se forran. Al menos Phillips nos hace partirnos de risa durante todo el metraje, algo muy de agradecer en esta época de crisis que actualmente nos asola.

    En Salidos de cuentas no hay que buscar personajes profundos o grandes historias. La película tiene un único objetivo, que no es otro que lograr que el espectador ría a mandíbula batiente de principio a fin. Fiel a ese espíritu, veremos las peripecias de dos desconocidos que se ven obligados a recorrer los Estados Unidos en coche, situación que el guión aprovecha para recrearse con todo tipo de extravagantes ocurrencias, algunas al más puro estilo hermanos Farrelly, lo que unido a la gran inspiración en el desempeño de sus papeles del carismático Robert Downey Jr. (Iron Man) y el ya mencionado Galifianakis, consigue, indefectiblemente, que el respetable lo pase en grande.

    Algunos secundarios son de lujo, como Jamie Foxx (Un domingo cualquiera). Otros como Michelle Monaghan (La conspiración del pánico, Misión imposible 3) pasan bastante desapercibidos. También hay espacio para las sorpresas, como la aparición de Juliette Lewis (sobre todo porque anunció hace algún tiempo que dejaba la interpretación para dedicarse a la música) o la de ciertos personajes muy famosos por protagonizar una de las series cómicas del momento, cuyos nombres no desvelaré para no aguar la fiesta a nadie.

    En resumidas cuentas, tenemos una comedia gamberra, alocada y desmadrada, que si bien no llega a la altura de Resacón en Las Vegas, ni tampoco destila, precisamente, originalidad, resulta un auténtico disfrute al conseguir que todo el mundo pase noventa minutos de puro desenfreno y carcajeo. No será una gran película desde el punto de vista del crítico (ni falta que hace) aunque hay que reconocer la buena mano en la filmación de Todd Phillips, además de la cuidada fotografía y la acertada banda sonora. El caso es que este tipo de films son muy necesarios, pues a pesar de no compartir nada con las películas de Clint Eastwood, son verdaderamente capaces de alegrarte el día.
  • Ben Affleck nunca ha sido un gran actor (eufemismo). Hasta la fecha, su única interpretación digna de mención se produjo el año pasado en La sombra del poder, donde interpretaba convincentemente a un político corrupto. Sin embargo, en otras facetas cinematográficas parece poseer talento. Ya obtuvo un Oscar ex-aequo con su buen amigo Matt Damon por El indomable Will Hunting. Después se pasó a la dirección con la más que correcta Adiós pequeña, adiós (y el corto Gimme Shelter). Y ahora confirma su paso firme en la realización con The town, una película de cine negro, con cierto aroma a clásico, rodada de forma bastante eficiente.

    Estamos ante una película de ladrones de las de antes, con todos los elementos: un atracador que pretende dar el último golpe y retirarse junto a su gran amor, un policía que pretende todo lo contrario, elementos del hampa muy poco recomendables que enturbiarán la historia y un final dramático con ciertos aspectos impredecibles.

    La primera gran influencia que observamos llega de la aclamada serie The Wire, sobre todo en la forma de proceder de los investigadores. Destacaré aquí al mejor personaje de todos, un agente federal perfectamente encarnado por Jon Hamm, protagonista de otra célebre serie: Mad Men. Se trata de un policía de verdad, una versión muy realista de un sabueso, que intenta intimidar a los sospechosos y adelantarse a sus planes, aunque no siempre lo consigue. Eso dejará un poso de frustración que Hamm sabe interpretar muy hábilmente. Con mucho el mejor personaje de todo el film.

    Ya que hablamos de series, Affleck parece haber advertido la gran influencia de la pequeña pantalla durante los últimos diez años, período al que he calificado varias veces como "la edad de oro de la televisión". De ahí que busque la complicidad del público con referencias a C.S.I. o Bones, además de las influencias antes comentadas.

    Podríamos dividir el argumento en cuatro partes. Por un lado está la acción, en la que destacan la puesta en escena y el manejo de cámara en los tres atracos del film, dignos del mismísimo Michael Mann. De hecho se adivinan ciertas influencias de Heat en la filmación de dichas secuencias. Pero también, siguiendo con ese aroma a clásico ya citado, evocaremos películas como French Connection, Bonnie and Clyde o incluso ese maravilloso western titulado Dos hombres y un destino, exceptuando un pequeño exceso de primeros planos en los momentos de mayor violencia.

    La segunda parte sería la historia de amor, verdadero tema central de la película. Es un amor imposible que entrará en conflicto con la profesión del protagonista y sus amigos. La narración del romance es adecuada, ya que el guión sabe pausar el ritmo en los momentos protagonizados por Affleck y Rebecca Hall (El retrato de Dorian Gray, El desafío: Frost contra Nixon) narrados con la mesura y profundidad adecuadas. El problema es que ni ella ni él están a la altura interpretativamente hablando. Ben Affleck tira mucho de abdominales y torso descubiertos para paliar sus carencias como actor, pero no cuela y ella no se muestra del todo creíble en su rol. Seguramente con otra pareja de protagonistas, el film pasaría de ser una buena película (que lo es) a una gran película.

    Después tenemos la trama policial, llevada, como ya he dicho, con mucho realismo y, por último, el drama en clave de cine negro, en el que saldrán a la luz deudas del pasado, sentimientos de lealtad y venganzas.

    He hablado de las bondades que atesora el guión a lo largo de este análisis, pero debo recriminarle el maltrato hacia los personajes interpretados por dos ganadores del Oscar como Pete Postlethwaite (En el nombre del padre) y Chris Cooper (Adaptation), desaprovechados de una manera casi insultante por el libreto.

    En resumen, la sensación que me queda es de una buena película, que recupera el tono clásico de los thrillers policíacos de los años sesenta y setenta, combinado con la habilidad del cine moderno en la parte correspondiente a la acción, aderezado con una magnífica puesta en escena y una impecable fotografía de la ciudad de Boston. Lástima que el apartado interpretativo no esté a la altura, exceptuando, como ya hemos dicho, a Jon Hamm.

    Habrá que seguir atentos la carrera de Ben Affleck como director porque, ciertamente, tiene muy buena pinta.
  • En 1987, Joel Schumacher realizó Jóvenes Ocultos, un film convertido en película de culto por innovar sabiamente el género de vampiros. Entre sus múltiples referencias musicales y cinéfilas (no sólo Tarantino tiene la exclusiva de ello), su hábil mezcla de géneros (humor y terror), su estética moderna para la época, su buena elección en el reparto y su ágil ritmo narrativo, la película alcanzó un mayor éxito del esperado.

    Veinte años después, P.J. Pesce (Abierto hasta el amanecer 3) decide aprovecharse del éxito mencionado con una secuela tan infame, que directamente fue a DVD sin pasar por la gran pantalla.

    Desde el minuto uno se puede comprobar la falta de imaginación y talento del señor Pesce. El argumento es el mismo: una persona ha sido contagiada por beber sangre de vampiro; la única manera de salvarla de la maldición será acabar con el jefe de un nido de chupasangres.

    La elección de actores parece una parodia: el villano es un hermanastro de Kiefer Sutherland que desgraciadamente no heredó el talento interpretativo de la familia; repiten Corey Feldman, pluriempleado como cazavampiros, sacerdote y fabricante de tablas de surf (lo que me dejó sin palabras) y Corey Haim, a quien sólo recordaréis de niño (ahora es irreconocible tanto por el físico como por el hundimiento total de su carrera artística); y para terminar, tenemos una importante colección de jovencitas muy atractivas, las cuales aprovechan cualquier oportunidad para quitarse la ropa, consiguiendo así que el espectador no se duerma, porque aquí ni ritmo ágil, ni giros de guión, ni buenas interpretaciones, ni sorpresas, ni secuencias de acción mínimamente decentes, ni humor, ni terror, ni nada de nada.

    En una época en la que se mira con nostalgia a los 80 (ejemplos claros son El equipo A, Los masters del Universo y El coche fantástico) una película como Jóvenes Ocultos 2 resulta un auténtico insulto. El film original debió haberse mantenido como único, pero la combinación entre éxitos del pasado y falta de talento e imaginación en el presente, hacen que nadie esté libre del peligro de las continuaciones.
  • Cuando vi la pésima Jóvenes Ocultos 2, ya se rumoreaba que una tercera parte estaba en marcha. Pensando que su calidad sería similar a la de la segunda, me eché a temblar. Sin embargo, ya sabéis que me trago todo lo que sale sobre vampiros (así me va), por lo que me arriesgué y, para mi sorpresa, si bien no me parece una buena película, ni mucho menos, me resultó bastante entretenida.

    Utilizando el lenguaje televisivo, se podría decir que Jóvenes ocultos 3 es un spin-off del film original, ya que se ha escogido a uno de los personajes secundarios de la película de Schumacher, Edgar Frog y se le ha dado el rol protagonista. Esto se ha llevado a cabo desde un prisma humorístico, en clave de parodia hacia otros films de vampiros (en especial Blade) y el resultado no ha sido del todo malo, ya que consigue provocar la sonrisa del espectador, que ya es bastante.

    También hay mucho de homenaje, tanto a la película original, como al tristemente desaparecido Corey Haim, uno de los protagonistas de aquel film e ídolo adolescente de los 80, por películas como Miedo azul, El romance de Murphy, Lucas, Papá Cadillac o Una chica de ensueño. Falleció el diez de marzo de este año por culpa de una fuerte pulmonía (y no por sobredosis, como la prensa senacionalista se encargó de publicar tan rápida como erróneamente). El homenaje consiste en los numerosos flash-backs con los que el film le obsequia, a modo de honores.

    Aunque la nostalgia, el humor y la corta duración de metraje nos hagan pasar un rato más bien ameno, hay que puntualizar que estamos ante una película sacada directamente a DVD, por lo que no veremos grandes efectos, ni disfrutaremos con diálogos profundos ni historias bien estructuradas y desarrolladas. El film está orientado a un determinado tipo de público y se mantiene fiel a su estructura paródica hasta el final. Concebido así, quien no gustara del primer film de Schumacher o no sintiera empatía por los alocados jóvenes intérpretes de aquella película, no disfrutará con su visionado.
  • El realizador español Guillem Morales (El habitante incierto) dirige Los ojos de Julia, película producida por los mismos productores de El orfanato, entre los que hay que destacar a Guillermo del Toro (Blade II).

    Se nos ha vendido la película como cine de terror y, de hecho, se ha englobado como tal en dicho género. Me da la impresión de que ha sido porque muchos pensaban que iba a ser una copia de El orfanato (mismo equipo de producción, misma protagonista, terror psicológico...) Sin embargo, estamos ante un auténtico thriller al más puro estilo Alfred Hitchcock, de quien adopta elementos muy válidos para mantener enganchado al espectador durante todo el relato. Eso sí, entiendo que se califique como película de miedo ya que, en algunas ocasiones, logra alcanzar ese punto de tensión en el que a uno se le eriza el vello del cuerpo.

    Técnicamente la factura es impecable. Atmósfera lograda, cuidada puesta en escena, un agudo sentido visual en el que destacan los fabulosos juegos de luces y sombras, la banda sonora adecuada para cada momento (y que ayuda a dar algún que otro respingo), buena utilización de los recursos disponibles...

    Por su parte, los actores, en especial Belén Rueda, están fantásticos. Todos ellos hacen creíbles sus personajes, lo que ayuda mucho a que el espectador se introduzca de lleno en la historia.

    Pero así como en los apartados técnico e interpretativo no ponemos un solo pero, el guión presenta ciertas irregularidades. Por ejemplo, hay varios personajes importantes en la trama, que están tan mal definidos como maltratados. El ritmo narrativo es un tanto irregular y en el desarrollo argumental aparecen demasiados baches, como si el relato estuviera contado a saltos. También hay un exceso de reflexiones filosóficas, que contribuyen a que el metraje parezca excesivamente largo. Opino que el resultado habría sido muy superior si se hubiese centrado en el suspense.

    Sin embargo posee momentos memorables, destacando su clímax final, en una secuencia con influencias más que evidentes de dos películas: La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock y Sola en la oscuridad de Terence Young (no comparo a Belén Rueda con Audrey Hepburn, simplemente hay elementos en común que saltan a la vista).

    En líneas generales diría que es una buena película. Realización talentosa, intérpretes por encima de la media, tensión, suspense y entretenimiento conseguidos y un final airoso. Algunos errores de guión podrían calificarse como graves pero, sopesando pros y contras, la sensación final que queda es bastante satisfactoria.
  • En 1987, Joel Schumacher (Un día de furia, Línea mortal) intentó emular a Roman Polansky cuando filmó El baile de los vampiros, tratando de dar un nuevo giro a este género con un film que combina hábilmente terror, humor, buenos efectos técnicos y una magnífica banda sonora, con temas de Aerosmith, The Doors, INXS o Troy Seals entre otros.

    No es que Schumacher fuera el primero, desde Polansky, en utilizar el humor en una historia de vampiros. Por ejemplo Tom Holland estuvo magnífico en la realización de Noche de miedo en 1985. Sin embargo, podría decirse que la película se Schumacher es más completa, aunque ciertamente ambas entran en la categoría de películas de culto.

    Así pues, Jóvenes ocultos entremezcla elementos tradicionales típicos de películas como Nosferatu o Drácula con otros que van más en la línea de Los Goonies (película a la que, por cierto, se hace referencia y con la que comparte un intérprete: Corey Feldman). Quizá radique ahí su éxito, en su narración gamberra y desenfadada de una historia que, habitualmente, daría miedo.

    Otro de sus puntos fuertes es la estética: peinados de lo más moderno para la época (recordemos que hablamos de los ochenta), bandas de moteros con sus peculiares trajes, juergas nocturnas con todo lo que conllevan...

    La última de sus bondades es el reparto. El gran Kiefer Sutherland (aunque ahora todos lo conocemos como Jack Bauer) borda su rol de malvado vampiro; Dianne Wiest (Balas sobre Broadway) es posiblemente la que mejor entiende el espíritu del guión, pues aporta dramatismo y humor en dosis iguales a su papel de madre preocupada por su familia; por otro lado tenemos a dos estrellas juveniles del momento, el ya mencionado Corey Feldman y Corey Haim (Miedo azul); también destacaré al abuelo de la familia, un desternillante Barnard Hughes (Doc Hollywood, Tron) que hará las delicias de todo el mundo con sus ácidos chascarrillos.

    Pero claro, si Jóvenes Ocultos no es una gran película, es porque también tiene graves fallos. Ya que estamos con los actores, dos de sus protagonistas, Jason Patric y Jami Gertz, son lo peor de todo el film, con unas actuaciones muy por debajo de la media de todo el elenco.

    Además está el guión, que si bien acierta con la mezcla de géneros y tiene un buen ritmo narrativo, que convierte la historia en amena y entretenida, adolece de profundidad de personajes y de trama consolidada, con una resolución final excesivamente facilona.

    En líneas generales, podemos afirmar que Jóvenes ocultos es una buena película de vampiros, con tono autoparódico, que aportó en su día frescura al género. Por lo tanto, un film más que recomendable.
  • En 2005 pudimos disfrutar de este excelente y a la vez sobrecogedor relato, basado en el único caso de exorcismo reconocido oficialmente por la Iglesia Católica hasta la fecha.

    Estamos ante un drama aterrador, que funciona a la perfección por su inteligente guión, el cual entremezcla sabiamente el thriller judicial con el género de terror, mediante espeluznantes flash-backs sobre la posesión de Emily Rose, encarnada magistralmente por Jennifer Carpenter, actriz a quien muchos conoceréis como "la hermana de Dexter".

    El director, Scott Derrickson (Ultimátum a la tierra) consigue generar un miedo atroz gracias, entre otras cosas, a su inestimable trabajo con los actores, quienes logran aterrorizarnos con sus impecables interpretaciones. Es una vuelta al terror clásico, a aquellas películas como Al final de la escalera, en la que uno no pasaba miedo viendo qué había en el último tramo de escaleras, sino observando la desencajada cara de la protagonista (Trish Van Devere) cuando fijaba la mirada en lo que había al final de los peldaños, siguiendo esa máxima de que asusta más lo que se insinúa que lo que se enseña.

    Se agradece que el film, en su mayoría, olvide los fáciles sustos efectistas que suelen abundar en este tipo de producciones (aunque reconozco que alguno hay) y se centre en la esencia misma del mal, alcanzando así grandes cotas de miedo profundo y continuado. Y tampoco viene mal que, después de hacernos pasar tanto miedo, el tramo final contenga un importante mensaje de esperanza.

    Además de la mencionada protagonista, me gustaría destacar la labor de varios actores. Empezaré por Tom Wilkinson, muy lejos de su rol en Full Monty, encarnando a la perfección a un sacerdote que se sobrepone al miedo para llevar a cabo su misión, la cual se desvelará al final de la película. Me parece un personaje de especial relevancia, ya que hace de hilo conductor durante el relato. También destacaré la labor de la siempre eficiente Laura Linney como abogada defensora, a quien ya habíamos visto con anterioridad en un estrado, enfrentándose a Richard Gere en la magnífica Las dos caras de la verdad. El reparto se completa con actores de la talla de Colm Feore (El intercambio, 24), Campbell Scott (La trama, Morir todavía) o Henry Czerny (Misión imposible, Peligro inminente).

    En un momento en que el cine de terror está en horas bajas, El exorcismo de Emily Rose consigue devolver la fe a todos los amantes del género, con una película de altísima calidad, capaz de poner los pelos de punta a cualquiera, totalmente recomendable para todo aquel que sepa disfrutar no sólo del género de terror, sino también del buen cine.

    Lo he dicho muchas veces: las películas de miedo se hacen, en su mayoría, con total descuido. El exorcismo de Emily Rose demuestra que, invirtiendo en buenos intérpretes y trabajando el guión, este género es tan bueno como cualquier otro para producir películas de gran calidad.

    Lo que está claro es que, después de verla, las tres de la mañana ya nunca serán una hora cualquiera más.
  • Un homenaje sin innovación no es homenaje, sino karaoke. Aunque la cita no es mía (pertenece a Matt Zoller Seitz del New York Times) no es la primera vez que la empleo, a causa de la cada vez más preocupante falta de imaginación de los guionistas de Hollywood. En pocos días he visto el film original de 2008 y su remake de 2010 (¡¡¡sólo dos años entre ambas versiones!!!) y, sinceramente, una es un calco de la otra.

    Tal es así que podría perfectamente hacer un copia y pega con el análisis que efectué sobre la versión sueca, cambiando sólo la parte del elenco (a diferencia del primer film, aquí los niños sí interpretan) pero no quiero cometer la misma falta de respeto que Matt Reeves, que tampoco pecó de original con Monstruoso, apuntándose a la moda de la filmación cámara en mano. Prefiero centrarme en algunos aspectos a los que no otorgué la debida atención la primera vez.

    Se habla de este relato como algo fresco y novedoso. Sin embargo todo lo que ofrece ya ha sido utilizado en un sinfín de ocasiones. Si se refieren a la relación entre la niña y su cuidador, hasta el mismísimo Conde Drácula necesitaba la ayuda de un humano (Reinfeld) para sobrevivir. Y si se acogen a la ridícula parte romántica del relato, ¿es que es la primera película de vampiros que ven? Porque el asunto es más que recurrente en el género. Y eso por no hablar sobre los desplazamientos de la protagonista, que parecen una lamentable copia de un cruce entre otras dos célebres niñas: la de El Exorcista y la omnipresente de las películas de terror asiático.

    ¿Por qué tildo de ridícula la relación entre los niños? Porque ella, por mucho que se encuentre dentro de alguien con el físico de doce años, es una mujer adulta. Comportarse como una menor de edad sólo tendría sentido si encerrase la pretensión de engañar al niño, para que fuese su nuevo guardián (algo perfectamente explotado, pero con adultos, en la fabulosa El ansia, de Tony Scott). Sin embargo el relato nos deja bien claro que hay amor entre ambos, por muy inverosímil que esto sea.

    No es la primera vampiro que vemos de tierna edad. En Entrevista con el vampiro, se profundizaba de manera fantástica sobre los inconvenientes de transformar en vampiro a un humano que no se hubiese realizado plenamente. De hecho es tal la influencia de Anne Rice en Déjame entrar, que tildarla de nueva es absolutamente irrisorio. Todo el mundo tiene derecho a opinar, está claro, pero hacerlo desde fundamentos falsos, no es de recibo.

    Una vez más la maquinaria propagandística ha funcionado. Se hizo con Millennium y se repite con Déjame entrar, que ni siquiera en esto ha sido original. Cada cual con lo suyo, pero, como he dicho otras veces, no me trago la fábula del traje del emperador.
  • Internet es una gran herramienta que, utilizada de forma adecuada, puede hacer que uno se forre con una minúscula inversión de dinero, pasando del anonimato a la celebridad en cuestión de segundos. Ésa es la historia del éxito de Paranormal Activity, una colosal tomadura de pelo maquinada por Steven Spielberg. Cuenta la leyenda que el gran Spielberg pasó tanto miedo viendo esta cinta, que decidió comprar sus derechos para hacer un remake. Pero claro, cuando decidieron que un grupo reducido de gente viera la original en una sala, el pavor provocado entre los asistentes fue tal, que decidieron sacarla al cine sin modificación alguna.

    Spielberg demostró ser un maestro del terror dirigiendo Tiburón y escribiendo Poltergeist, así que ¿en serio alguien cree que ha pasado un ápice de miedo viendo este soberano aburrimiento? Claro que no, pero Spielberg no sólo es el genio cinematográfico responsable de Indiana Jones, E.T. y tantas otras, sino también un negociante de fábula. Los trailers emitidos para aumentar la venta de entradas muestran, sobre todo, la reacción de un público aterrorizado y muy poco de la película (aún así, prácticamente desvelan el final). Y una de dos: o bien los españoles somos muy, pero que muy duros o bien los norteamericanos son unos bochornosos miedicas, porque cuando la vi el año pasado, en la sala de cine sólo se escuchaban bostezos.

    Sobre la peliculita en sí poco hay que decir: un guión inexistente, que narra las tonterías y desvaríos de una pareja que compra una cámara de vídeo para rodar mientras ambos duermen, ya que creen que un ente acosa a uno de los dos (la chica) desde la infancia. Ello deviene en casi hora y media soporífera, viendo lo que la cámara va grabando, es decir, un plagio de la nefasta El proyecto de la bruja de Blair, que también basó su éxito taquillero en la publicidad por internet.

    Encima el director, el desconocido Oren Peli, tiene el morro de salir en múltiples entrevistas y decir que se ha visto desbordado por un éxito inesperado para él. Trata de explicarlo porque, según cuenta, el público tiene miedo al pensar que a uno le pueden suceder cosas extrañas cuando duerme, momento en que estamos absolutamente indefensos... Hace falta tener rostro.

    En resumidas cuentas: un film minimalista, patético en sus intentos de dar miedo, con un guión penoso, personajes tan lamentables como el agente de bolsa con más tiempo libre del mundo o el medium más inútil de la historia (nada que ver con la carismática Zelda Rubinstein de la antes citada Poltergeist) y con un final copiado descaradamente de las tediosas películas de miedo de origen japonés. Todo un insulto para el género del terror que servirá, únicamente, para que Spielberg y su Dreamworks se llenen los bolsillos con una inversión mínima.
  • Cada vez estoy más en contra de las películas filmadas al estilo El proyecto de la Bruja de Blair. El virtuosismo tras las cámaras para ejecutar diferentes planos es todo un arte y este tipo de películas nos privan de ello. Una de las primeras en usar este estilo, Holocausto caníbal, al menos alternaba estas secuencias con otras más propiamente dichas de película. Y otras como Monstruoso, eran capaces de introducir efectos especiales bastante dignos.

    Creo que de todas ellas mi favorita es REC (la primera, claro) aunque, como digo, este estilo no me convence. Todos somos capaces de filmar algo así: nos vamos con los amigos a un lugar oscuro, nos pasamos la cámara de mano en mano, comenzamos a hacer el tonto, de vez en cuando alguien tira la cámara al suelo y se pone a gritar y ya está. Ya sólo falta que Steven Spielberg nos haga un favor diciendo que ha pasado miedo con ello y a sentarse a ganar dinero sin hacer nada.

    Esto no es cine, directamente es una vergüenza y lo denuncio como tal. He preferido invertir la mayor parte de estas líneas en emitir una protesta porque el análisis sobre Paranormal Activity 2 se podría efectuar en una sola frase: Explicación para tontos de lo sucedido en la primera Paranormal Activity.

    Entiendo perfectamente que todo aquel que viera el año pasado el film original, lejos de haber tenido problemas para conciliar el sueño, lo haya olvidado con facilidad. Pero si recordáis su argumento (¡ah!, pero ¿lo tenía?) una chica era poseída por un diablo. Pues bien, en esta segunda parte nos amplían la información. Así se explica que repita Katie Featherston, como hermana de Sprague Grayden (la pérfida hija de la presidente Taylor en la séptima temporada de 24) que es aquí la principal protagonista.

    La nueva historieta coincide en el tiempo con la primera. Veremos el origen de todo esto (muy mal explicado) y cómo termina (esperemos que no haya una tercera). ¿Qué hay de nuevo? Algún sobresalto de tipo efectista, que hará pegar un respingo a más de uno y nada más, porque el desarrollo es idéntico: la mayoría del metraje es una película casera de dudoso interés, para pasar al tramo de terror en los últimos minutos. Es decir: asegura los bostezos exactamente igual que la primera parte.

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